Evangelio Viviente
Podemos
Lee Marcos 1.34-36
El mundo está precitándose al infierno. ¿Qué estamos haciendo tú y yo para detener esa caída? Muchas veces sólo nos lamentamos y decimos: «Si pudiéramos hacer algo».
Claro que tú y yo podemos hacer y hacer mucho. ¿Recuerdas la última vez que pasaste toda la noche en vela en oración delante de Dios por un despertamiento espiritual, por un avivamiento genuino de Dios?
Tenemos muchas organizaciones, pero pocos intercesores.
Tenemos muchos espectáculos, pero pocos que claman en oración.
Tenemos mucho ruido, pero poca pasión.
Tenemos muchos «dando palabra», pero muy pocos «dando clamores» en intercesión a Dios.
¿Sabes algo? Para ser mucho para Dios tenemos que estar mucho con Dios. El pecador cesa de orar, pero el que ora cesa de pecar.
Para una vida cristiana victoriosa son necesarios dos requisitos: visión y pasión. Tanto una como la otra son fruto de la oración.
Satanás tiene poco que temerle a los púlpitos de las iglesias, pero tiene mucho que temerle al pueblo de Dios cuando ora. La Biblia te dice: «todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos» (Mateo 16.19).
El tema número uno en muchas iglesias y ministerios es el dinero. La iglesia primitiva no se enfocaba en el dinero, sino en la oración. Sabemos que con dinero se compra un lugar para reunirnos, pero con oración llena del Espíritu Santo dice la Biblia que «el lugar donde ellos estaban tembló». Yo prefiero que tiemble.
Cuando Dios se propone derramar su misericordia de manera especial la primera cosa que hace es poner a su pueblo, a su iglesia, a ti y a mí, a orar.
Reflexión:
Dios quiere hacerme un intercesor. Dios quiere darme su visión y poner en mí su pasión.