Evangelio Viviente
Hay un hogar donde alguien te espera
Lee Mateo 25.45-46
Si el único futuro del hombre es la aniquilación, ¿para qué esperar? Pero Jesús dijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino” (Juan 14.1-4)
Jesucristo no describió la presencia de Dios como un tribunal con un juez sin misericordia. Todo lo contrario. Él afirmó que era como un hogar donde un Padre amoroso les daba la bienvenida a sus hijos. La Biblia dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos (los tuyos y los míos); y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21.4).
He conocido a personas cuya situación parecía desesperada desde la perspectiva humana, y no obstante, en Cristo, ellas superaron sus obstáculos y dificultades. Para ellas la esperanza no era una posibilidad distante, sino un poder siempre presente. Imitaban la actitud del apóstol Pablo que escribió: “Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3.14).
¿Cómo te capacita esta futura esperanza para sobrellevar las cargas y dolores del presente? Te asegura que no estás sufriendo en vano. Desde un punto de vista humano, la vida no es sino una serie de desilusiones y vanaglorias. Pero es muy diferente desde la perspectiva cristiana. La Biblia te dice: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15.58).
Esto quiere decir que como hijo o hija de Dios no sufres en vano. Tu sufrimiento presente es una inversión en la gloria futura. Para ti el cielo no son “castillos en el aire o ilusiones engañosas”, la zanahoria atada a la cuerda delante del caballo. Eres ciudadano del cielo aquí y ahora, y eres partícipe ahora mismo de la vida del cielo en tu corazón. Pablo describe tu presente experiencia muy bien en una de sus bendiciones: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15.13).
No importa cuál sea nuestra filosofía de la vida, o nuestras creencias religiosas, todos nos enfrentaremos a la muerte. El mundo en el que nació Jesús no tenía esperanza para la vida después de la muerte. Pero tú sabes que Cristo “quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Timoteo 1.10). Él te promete: “Porque yo vivo, vosotros (tú y yo) también viviréis” (Juan 14.19). Para ti, como hijo de Dios que eres, la vida no es un callejón sin salida.
Jesucristo no solo ha conquistado la muerte, mediante su muerte y resurrección, sino que también cambió el significado de la muerte: Hay un hogar donde Dios mismo te espera.
Reflexión:
Voy al hogar que Dios tiene preparado para mí.