Evangelio Viviente
«Me muero de miedo»
Lee Salmos 56.2-4
El temor y la fe son opuestos uno al otro. Siempre que la fe aumenta, el temor disminuye. El temor arruina la vida. Desde la caída del hombre en el Huerto de Edén, el miedo se manifiesta como algo común a todos los seres humanos (Génesis 3.10). El temor paraliza la vida, quita el gozo y trae pesimismo en tu existencia en lugar de la alegría que te pertenece en Cristo.
El primer «No temas» se le dice en la Palabra de Dios, nada más y nada menos, que al padre de la fe, Abram (Génesis 15.1). Él había rescatado a su sobrino Lot y otros de Quedorlaomer con unos pocos hombres (Génesis 14), pero rechazó la gran recompensa por el rescate que se le ofreció. Abram recibió una promesa mejor, era la promesa de los labios de Dios mismo.
Una promesa es tan buena como la persona que la hace. Quien promete es Dios. Él, que hizo el universo (Salmos 121.2). El Eterno, quien no puede mentir (Tito 1.2). Tú puedes descansar seguro en las promesas de Dios. Ellas permanecen firmes, no importa la adversidad. Las promesas de Dios son las únicas que pueden quitarte el miedo. Puedes estar confiado en la fidelidad del Señor.
Dios te dice: «Yo soy tu escudo». Él fue «escudo de tu socorro» para su pueblo Israel (Deuteronomio 33.29). «Nuestra ayuda y nuestro escudo es él [Dios]» (Salmos 33.20). Mira lo que afirma la Biblia: «Porque sol y escudo es Jehová Dios» (Salmos 84.11). Sol en los días felices y escudo en los días de dificultades y temores. La fe en Dios te protege de los ataques del diablo (Efesios 6.16). Dios es un escudo para ti, que esperas solo en Él (Proverbios 30.5).
Reflexión:
Ante mis temores, sé que Dios me ha dado su promesa de protección. Él es mi mayor y mejor recompensa.